El que un hombre esté triste como yo no es razón para que me eches en cara la forma de mi sombrero. Te lo brindaría al sol, tendido, si te gustase. Pero me gustan tus ojos, me gustas tú y no es porque me engañes sino porque la campiña ha perdido todos sus accesorios. ¡Esencial! Aquí en la capital es donde mejor se adivina. Tú eres hermosa como la hoja del almanaque. Día a día lo vengo comprobando. Y no esperes que yo te mienta, porque me duele la caja del pecho de almacenar ilusiones.
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Vicente Aleixandre
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